El comienzo del fin del agujero de la capa de ozono
Allá por los años 80' irrumpió en la opinión pública uno de los primeros temas de la agenda global ambiental. Quienes tenemos recuerdos de nuestra infancia no podemos olvidar la impresión que causó el problema del agujero de la capa de ozono. Treinta años después, y luego de un importante consenso global y político resumido en el Protocolo de Montreal, este problema ambiental ha comenzado a solucionarse. El acuerdo político alcanzado no solo ha sido clave para solucionar un problema muy específico, sino que además es un ejemplo excepcional de amplia aceptación mundial de compromisos basados en aspectos técnicos. Por ciero, a la luz de otros desafíos globales tan complejos como el calentamiento global un buen ejemplo a seguir, y una esperanza realista para comenzar a revertir los efectos del calentamiento global. Pocos acuerdos internacionales alcanzaron un nivel de éxito técnico y a la vez político.
El agujero de la capa de ozono ha comenzado a cerrarse. Hemos escuchado varias veces esta noticia a lo largo de los últimos tres años, y eso se debe a varios factores. En primer lugar porque si bien aún no se ha completado el cierre de esta enorme agujero, el proceso de recuperación de las concentraciones normales de ozono ha sido claramente demostrado. Por otro lado la dinámica de esta enorme estructura atmosférica está sujeta a diversas variables que modifican la misma. La actividad volcánica y los efectos del calentamiento global influyen significativamente en la estructura del agujero y deben ser convenientemente determinados. El primero de estos factores tiende a disminuir la concentración de ozono atmosférico, mientras que la expansión de la atmósfera debido al calentamiento globlal tiende a disminuir el tamaño del agujero.
El ozono, una forma alotrópica del oxígeno, se encuentra distribuido entre los 15 y 50 km de altura y su presencia en la atmósfera es clave para la depuración de la atmósfera y absorción de radiaciones de altas energías y rayos ultravioletas. La llamada capa de ozono es la franja de la estratosfera en la que se concentra el 90% del ozono gaseoso. Esta capa forma parte de los delicados elementos imprescindibles para el surgimiento y sustento de la vida en nuestro planeta. El incremento en el uso de los cloroflurocarbonos (CFC) es el principal responsable de la disminución de la concentración del ozono atmosférico. Esta familia de gases fue ampliamente utilizada en la industria de la refrigeración y de envases de aerosol, y son altamente persistentes en la atmósfera.
Variación de la supericie del agujero de ozono antártico en el último año. Fuente: ESA.- |
Los primeros indicios de la disminución de la concentración de ozono atmosférico debido al incremento de los CFC datan de finales de los años 70'. A mediados de los años 80' el problema de la capa de ozono estaba plenamente instalado en la agenda pública, y probablemente se trate del primer caso de toma de consciencia global sobre la problemática ambiental. Este tema, junto con la deforestación de la Amazonia, la lluvia ácida y el accidente nuclear de Chernóbil fueron los temas ambientales que impactaron decididamente en nuestra visión global de nuestro Planeta. La percepción de nuestro lugar en el mundo y el impacto de nuestra forma de vida cambió drásticamente a partir de estos años.
El Protocolo de Montreal fue la clave para comenzar a disminuir el consumo de los CFC, y establecer programas de monitoreo exhaustivos de la concentración de ozono atmosférico. La implementación de este tratado internacional es probablemente uno de los mejores ejemplos de colaboración internacional, ya que no hay estado alguno que no lo haya suscrito en sus términos originales. Es sin dudas un precedente más que importante para el abordaje de otros desafíos ambientales globales que inexorablemente requieren de compromisos internacionales decididos y de largo aliento.
La recuperación de la capa de ozono es un proceso complejo, que se inicia con la disminución de la tasa de degradación del gas ozono, seguido por una nivelación de la concentración y un progresivo y lento proceso de recuperación de las concentraciones atmosféricas normales. Desde el año 2000 la recuperación del ozono atmosférico se ha realizado a una tasa promedio de 1 a 3% anual. Hacia 2008 se reportaba lo que se dió en llamar la primera etapa de recuperación del ozono atmosférico. En 2011 una evaluación de la World Meteorological Organization publicaba los primeros indicios de recuperación de la capa de ozono a gran altitud, en las regiones medias y las capas inferiores de la misma.
El estado actual del agujero de la capa de ozono de la Antártida es de unos 10 millones kilómetros cuadrados, menos de la mitad de la superficie que tenía en los 80', según los modelos utilizados por la Agencia Espacial Europea, si el ritmo de recuperación se mantiene es de esperar que los niveles normales de ozono se recuperen completamente en 2030 para el hemisferio norte y 2050 para el hemisferio sur. Se estima que para 2060 el agujero de las zonas polares haya desaparecido, que es equivalente a decir que la recuperación completa de los valores normales de ozono se habrá completado en esos años.
Además de la actividad antropogénica, la dinámica de la capa de ozono tiene una variación estacional y es afectada por las emisiones de aerosoles de origen volcánico. Con respecto al agujero del Polo Sur, es en octubre donde se registra la menor concentración anual de ozono. Esta variación estacional permite establecer este mes como indicador clave de la dinámica de la capa de ozono. La gran actividad volcánica de la cordillera andina es responsable de bajas puntuales en la concentración de ozono. Típicamente las erupciones de los volcanes Puyehue en 2011 y Calbuco en 2015 han incidido y directamente correlacionadas con disminuciones del ozono. La contribución de los gases y aerosoles volcánicos puede representar un 30 a 50% de la baja del ozono, aspecto que depende directamente de las temperaturas, presión y dinámica de arrastre de las capas superiores de la atmósfera.
Es necesario mantener y respetar los acuerdos del Protocolo de Montreal a efectos de sostener este lento proceso de recuperación de la capa de ozono. Es sin dudas una noticia muy esperanzadora: somos capaces de asumir el impacto que la actividad ha realizado sobe nuestro planeta y tomar medidas exitosas para mitigarlo e incluso revertirlo. Que ejemplo cunda y se logre emular para resolver problemas globales extremadamente complejos y acuciantes como el cambio climático. El primer escollo en este caso es claramente político: requerirá aislar y reducir la influencia de las posiciones negacionistas y anticientíficas. En plena era de postverdad ramplona y omnipresente el desafío es muy superior a las capacidades tecnológicas que requiere un compromiso de estas características. La ciencia y el enfoque racional de problemas ofrece conocimiento, soluciones y muy especialmente, un camino positivo y posible de esperanzas. Plantearnos este objetivo como Humanidad es entonces un imperativo ético al cual no podemos fallar.
La recuperación de la capa de ozono es un proceso complejo, que se inicia con la disminución de la tasa de degradación del gas ozono, seguido por una nivelación de la concentración y un progresivo y lento proceso de recuperación de las concentraciones atmosféricas normales. Desde el año 2000 la recuperación del ozono atmosférico se ha realizado a una tasa promedio de 1 a 3% anual. Hacia 2008 se reportaba lo que se dió en llamar la primera etapa de recuperación del ozono atmosférico. En 2011 una evaluación de la World Meteorological Organization publicaba los primeros indicios de recuperación de la capa de ozono a gran altitud, en las regiones medias y las capas inferiores de la misma.
El estado actual del agujero de la capa de ozono de la Antártida es de unos 10 millones kilómetros cuadrados, menos de la mitad de la superficie que tenía en los 80', según los modelos utilizados por la Agencia Espacial Europea, si el ritmo de recuperación se mantiene es de esperar que los niveles normales de ozono se recuperen completamente en 2030 para el hemisferio norte y 2050 para el hemisferio sur. Se estima que para 2060 el agujero de las zonas polares haya desaparecido, que es equivalente a decir que la recuperación completa de los valores normales de ozono se habrá completado en esos años.
Además de la actividad antropogénica, la dinámica de la capa de ozono tiene una variación estacional y es afectada por las emisiones de aerosoles de origen volcánico. Con respecto al agujero del Polo Sur, es en octubre donde se registra la menor concentración anual de ozono. Esta variación estacional permite establecer este mes como indicador clave de la dinámica de la capa de ozono. La gran actividad volcánica de la cordillera andina es responsable de bajas puntuales en la concentración de ozono. Típicamente las erupciones de los volcanes Puyehue en 2011 y Calbuco en 2015 han incidido y directamente correlacionadas con disminuciones del ozono. La contribución de los gases y aerosoles volcánicos puede representar un 30 a 50% de la baja del ozono, aspecto que depende directamente de las temperaturas, presión y dinámica de arrastre de las capas superiores de la atmósfera.
Es necesario mantener y respetar los acuerdos del Protocolo de Montreal a efectos de sostener este lento proceso de recuperación de la capa de ozono. Es sin dudas una noticia muy esperanzadora: somos capaces de asumir el impacto que la actividad ha realizado sobe nuestro planeta y tomar medidas exitosas para mitigarlo e incluso revertirlo. Que ejemplo cunda y se logre emular para resolver problemas globales extremadamente complejos y acuciantes como el cambio climático. El primer escollo en este caso es claramente político: requerirá aislar y reducir la influencia de las posiciones negacionistas y anticientíficas. En plena era de postverdad ramplona y omnipresente el desafío es muy superior a las capacidades tecnológicas que requiere un compromiso de estas características. La ciencia y el enfoque racional de problemas ofrece conocimiento, soluciones y muy especialmente, un camino positivo y posible de esperanzas. Plantearnos este objetivo como Humanidad es entonces un imperativo ético al cual no podemos fallar.
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