La cruel ironía del caso Rosenberg
'Prueba número 8' dice en lugar de ironía. Ampliar. |
La historia del juicio y ejecución de Julius y Ethel Rosenberg es tan bien conocida como injusta y trágica. Acusados por el hermano de Ethel, David Greenglass, quien era mecánico del Ejército de los Estados Unidos, de pertenecer a una red de espionaje de la Unión Soviética, la pareja fue arrestada en 1950 y sometida a uno de los juicios más irregulares de la historia. En plena Guerra Fría, y de la mano de la caza de brujas iniciadas por el siniestro senador norteamericano Joseph McCarthy, el matrimonio Rosenberg era chivo expiatorio de la paranoia anticomunista desatada en la sociedad norteamericana. Ambos eran comunistas aspecto que determinó su acusación y condena.
Desde el punto de vista legal, la acusación estaba basada solamente en una única prueba: el testimonio de Greenglass. Con esta fragilidad acusatoria el matrimonio Rosenberg fue condenado a muerte el 15 de abril de 1951, y el asesinato se produjo dos años después, el 19 de junio de 1953 en la cárcel de Sing Sing. En todo ese período los Rosenberg y su familia fueron sometidos a las mayores humillaciones. Sus hijos, entonces con 9 y 6 años, fueron expulsados de la escuela, mientras se les presionaba para que confesaran de su supuesto crimen.Su apellido fue repudiado públicamente, en una mezcla de anticomunismo y antisionismo dignos de un régimen de características fascistas.
Varios años después de su asesinato, Pavel Sudoplatov, director del KGB soviético, declaró públicamente que Ethel y Julius Rosenberg no eran espías de la URSS. De hecho los verdaderos espías que proporcionaron los secretos nucleares a la URSS estaban nada más y nada menos que en el mismísimo proyecto Manhattan. Klaus Fuchs fue quién suministró la información clave a la URSS mientras trabajaba en el proyecto.
Como suele pasar en casi todas las tragedias mediadas por injusticias, siempre hay un lugar para la ironía, para una cruel y sutil giro de tuerca que muchas veces pasa desapercibido. La fiscalía del juicio utilizó como única prueba la acusación de Greenglass basada exlcusivamente en su testimonio. Sin embargo esta supuesta prueba fue presentada mediante una serie de testimonios técnicos que hasta ese momento eran objeto del mayor de los secretos para los Estados Unidos. Entre ellos, se detallaba mediante puño y letra del supuesto testigo el mecanismo de implosión utilizado en la bomba de Nagasaki. La capadidad de formar ondas de choque esféricas para comprimir una esfera de plutonio y dotarlo de masa crítica capaz de generar una detonación nuclear, fue el problema más importante que el proyecto Manhattan tuvo que resolver.
Todo un ejército de físicos, ingenieros, químicos, matemáticos y técnicos de todo tipo confluyeron en la resolución de este problema. De hecho, Trinity, la primer prueba nuclear de la historia era una bomba de estas características, al igual que Fat Man, la arrojada sobre Nagasaky. Prueba de lo difícil del desafío técnico es que la bomba arrojada sobre Hiroshima, el primer bombardeo nuclear de la historia, era de uranio, técnica que ni siquiera fue probada previamente.
Greenglass dibujó antes del juicio la información que supuestamente el había extraído obligado por los Rosenberg. Mostraba un núcleo esférico de plutonio rodeado por explosivos plásticos que, una vez detonados, son los responsables de crear la onda de choque esférica que generaría la masa crítica necesaria para la explosión. La Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos resolvió la desclasificación de esa información de manera de aparentar una mayor solidez en el juicio. Los Estados Unidos estaban juzgando a una pareja de espías por revelar recretos que ellos mismos terminaron relevando. Luego de la presentación de esa 'prueba' en los medios de prensa norteamericanos irrumpía la palabra implosión, y uno de los mayores secretos militares se hacía público.
En su última carta Ethel Rosenberg dijo: No estoy sola. Muero con honor y dignidad, sabiendo que mi esposo y yo seremos reivindicados por la historia.
Estas modestas palabras aquí escritas están dedicadas a Julius y Ethel Rosenberg y a sus hijos Michael y Robert. Son para reivindicar el nombre de los Rosenberg y contribuir en que esta injusticia no sea olvidada.
Fuentes: Clarín, donde se detalla el juicio, y Atomland on Mars de donde proviene la imagen y los comentarios sobre la implosión.
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