El problema de fondo con el ANTEL Arena
Hace unos días leía este análisis de Miller sobre la situación del ANTEL Arena que comparto porque además se realiza con una propuesta que me parece mas compartible aún que su análisis. El planteo de Miller es coincidente con lo dicho aquí también. Estas lecturas me recordaron que hace ya tiempo habìa publicado en Medium lo que entiendo es el problema central con el ANTEL Arena, y que ahora republico con pequeñas modificaciones. Lo hago porque entiendo que este análisis es totalmente vigente y va al centro del problema respecto a las cuestiones financieras relacionadas con la gestión del ANTEL Arena. Pero además, porque esto trasciende este aspecto: el fondo de este asunto es la ausencia de una política de innovación a largo plazo y con visión estratégica en nuestro país.
A mediados de la década de los 80' Uruguay y Corea del Sur iniciaron el proceso de digitalización de su anticuada red telefónica. El desafío tecnológico implicaba la adquisición de paquetes tecnológicos a grandes empresas multinacionales, y a sostener el incipiente desarrollo de capacidades nacionales en materia de innovación en telecomunicaciones. Ambos países recurrieron a la firma sueca Ericsson, con la que comenzaron el cambio de tecnologías de analógica a digital. En Uruguay hubo una polémica poco recordada ya que la licitación fue otorgada a la empresa sueca en lugar de hacerlo con empresas nacionales, dejando de lado el esfuerzo de la UdelaR en incorporar la tecnología digital en la carrera de ingeniería. La decision se tomó a finales de la dictadura y sin dudas fue un debate marginal dentro de la agenda política de esos años. En 1997 se culminó el proceso de digitalización lo que ubicó a Uruguay como el pimer país de América Latina en disponer de una red digital de telefonía.
¿Qué hizo Uruguay para digitalizar su red? Simplemente se limitó a comprar paquetes tecnológicos desarrollados por Ericsson. Por cierto hubo una enorme demanda de ingenieros y estudiantes avanzados, que provinieron de la Universidad y resultaron imprescindibles para la operación y sostén de la nueva tecnología, eso implicó un aprendizaje muy importante en las capacidades de la empresa estatal, y del sector de ingeniería en telecomunicaciones del país. El camino elegido contrasta drásticamente con el implementado por Corea del Sur. Partiendo del mismo problema, y recurriendo a la misma empresa de telecomunicaciones que Uruguay, Corea del Sur inició un amplio y ambicioso proceso de transferencia tecnológica que pocos años después la convertiría en una potencia en materia de telecomunicaciones.
El caso citado es muy conocido en la academia: es un buen-mal ejemplo de como se hipoteca el futuro de un país tomando decisiones que tienden “al achique”. Al anterior Rector de la UdelaR le gustaba citar este ejemplo en cada curso o seminario referente a los problemas de desarrollo del país. Y es un caso que sin dudas debe conocerse a fondo por todos los involucrados en “la cosa pública”, es decir, por nosotros.
Además de la compra de equipos y tecnologías asociadas, Corea del Sur potenció la formación de recursos humanos en telecomunicaciones, y lo que es más importante, creó una vasta trama instucional para la transferencia de tecnologías. Así entonces surgieron institutos y parques tecnológicos a media que se incorporaba la tecnología digital a su red telefónica y se desarrollaba tecnología, investigación y desarrollo en todas las áreas relacionadas con las telecomunicaciones. Algunos le llaman divergencia a este tipo de situaciones en la que países en situaciones mas o menos similares, recorren caminos y obtienen posteriormente resultados muy distintos.
Si bien ANTEL es de hace mucho tiempo una empresa de telecomunicaciones de primer nivel en cuanto a servicios, es claro que no lo es en materia tecnológica. Y eso se debe a decisiones que en su momento no se tomaron: en el Uruguay de 1985 y en el muy distinto Uruguay de 2025.
Hoy día en nuestro país existe una infraestructura de I+D completamente distinta a la de 1985. Eso incluye, naturalmente, a la inversión destinada a la misma. Aún así sabemos que estos niveles de inversión no son suficientes. El desarrollo productivo del país y su soberanía tecnológica, demandan una mayor inversión en los sectores en los que se crea conocimiento y se realiza innovación. Especialmente en el área de telecomunicaciones, uno de los sectores con mayor dinamismo en las economías modernas.
ANTEL debió invertir en crear su propio entorno de innovación sin dejar de incrementar la creciente calidad y cobertura de sus servicios. En lugar del proyecto del Arena se tuvo que haber invertido para crear un ecosistema tecnológico centrado en telecomunicaciones y disciplinas afines: parques tecnológicos, proyectos de inversión en I+D a largo plazo y mecanismos de transferencia tecnológica para dar un salto adelante: en lugar de invertir en un proyecto destinado a promover publicidad y marketing, que además no es sustentable financieramente. Este camino propuesto sería una inversión educativa que incrementaría en forma decisiva la inversión nacional en esa área, aumentando la misma y haciendo posible el ansiado 6% del PIB. En momentos en los que se reclama una mayor inversión en materia eductativa, estas son precisamente las desiciones clave para su incremento estructural.
No me opongo al proyecto del Arena: estoy convencido de que Uruguay necesita una plataforma de esas características. Simplemente creo que la construcción del mismo no debería hacerse en demérito de la inversión realmente importante: la que permitiría superar la dependencia tecnológica de nuestro país en materia de telecomunicaciones.
Existen, como se suele decir y hasta a veces abusar del término, numerosos casos de éxito del apoyo a la investigación y desarrollo de ANTEL en proyectos de diversa índole. Por poner un ejemplo: ANTELSAT, por poner un contraejemplo de lo que decimos aquí: ¿Porqué no hubo un ANTELSAT 2?.
Por cierto no deja de sorprenderme como muchas veces sectores “ideológicamente duros” defienden lo que simplemente es una plataforma de marketing y publicidad. A veces es realmente difícil entender los debates en la izquierda uruguaya.
Por otro lado, es posible que una infraestructura como el Arena se pueda financiar, como se hace precisamente en este tipo de cosas, mediante la venta de franquicias y licencias a empresas privadas. No me quita el sueño en recurrir a estos métodos cuando lo que está en juego es una plataforma de marketing y un estadio.
Cuando está en juego es la independencia tecnológica del país respecto de la dependencia tecnológica, estoy convencido que la inversión en investigación y desarrollo es absolutamente indiscutible e impostergable.
El problema del ANTEL Arena no es por cierto, el enlentecimiento de la obra del estadio ni por cierto su existencia. El tema de fondo es que la izquierda faltó sin aviso al encuentro con ese futuro al que tanto interpela cuando se habla de utopías o ambiciosos proyectos de desarrollo.
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